Por: Thomas
Boston
Comentario
de Joel Beeke en su libro La Espiritualidad Puritana y Reformada.
Publicaciones Faro de Gracia.
El pacto
de gracia está destinado solo a los elegidos, y se refiere a la respuesta
divina a la ruptura humana del pacto de obras. Emplea los términos “Pacto de Redención
y “Pacto de Gracia” para nombrar a los dos lados del pacto. Boston no creía que
el pacto de redención estuviese separado del pacto de gracia, “un pacto dentro
del pacto”, como algunos teólogos habían enseñado. Como con el pacto de obras,
hay dos parte en este pacto: Dios el padre, representando a la parte ofendida,
y Cristo, el segundo (o ultimo) Adán, representando a los elegidos.
El pacto
de gracia fue establecido en la eternidad, dice Boston, en el consejo de la
trinidad. El plan y los objetos de la salvación fueron determinados antes de
que el hombre fuera creado. Las personas de la divinidad tienen diferentes
papeles en el plan de la salvación. Cada una de las tres personas de la
gloriosa trinidad están activas: el Padre elige o escoge a los objetos de la salvación,
el Hijo los redime, y el Espíritu los santifica, aplicándoles la redención.
Cristo es
el representante de su simiente de la misma manera que Adán lo fue de la suya,
dice Boston. Las condiciones del pacto entre el Padre y el Hijo son que lo Principal
que se requería en el primer pacto -Perfecta
obediencia- y la pena por la desobediencia de Adán fuesen
cumplidas por Cristo. Así pues, el segundo Adán entro en pacto con Dios
en nombre de sus elegidos. Estuvo donde el primer Adán estuvo, pero triunfo
donde el primer Adán fracasó. Por tanto, dice Boston, el pacto para la simiente
de Cristo es Absoluto y no condicional, porque la eficacia del pacto descansa
en el papel de Cristo, el cual cumplió.
¿Qué hay
de los reprobados, que están fuera del pacto de gracia de Dios con los
elegidos? Boston dice que están tan autorizados para tomar posesión del
evangelio como los elegidos, y de ninguna manera serán excusados del castigo
eterno por no hacerlo. Esta idea trata más directamente el concepto de Boston de
la oferta de la gracia, más comúnmente conocida como la oferta gratuita del
evangelio.
La
libre Oferta del Evangelio.
En el último
apartado de su tratado sobre el pacto de gracia, Boston explica cómo se hacen
los pecadores parte de este pacto. La mayoría de la gente es ajena al pacto de
gracia y no tiene interés salvífico en Cristo, dice Boston, pero hemos de
ofrecerles el evangelio de reconciliación. De hecho, debemos poner todo nuestro
empeño en forzar a los pecadores a entrar en el pacto de Gracia. Para apoyar esto,
Boston cita Lucas14:23: “Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a
entrar, para que se llene mi casa”.
Se
necesitan dos cosas para entrar en un estado de gracia la de la Ley antes de la
entrada en la gracia, y la fe del evangelio por la cual se entra. Según Boston (y
muchos puritanos), “La fe de la ley”
es un prerrequisito para recibir a Cristo. Escribe Boston: “Quien….quiera
entrar en el pacto de gracia debe, en primer lugar, tener una fe de la ley, por
cuya causa es necesario que la ley, al igual que el evangelio, sea predicada a
los pecadores”. En consecuencia, los pecadores deben ser descubiertos, pues por
naturaleza se ocultan en los engaños de su pecado. Mediante la predicación de
la ley, dice Boston, un pecador experimenta tres cosas: en primer lugar, llega
a verse a sí mismo como pecador, mientras que antes era justo antes sus propios
ojos; en segundo lugar, se ve a sí mismo como pecador perdido; lo cual en
tercer lugar, le lleva a creer que es totalmente incapaz de alcanzar un estado
de gracia. Cualquier forma de evangelización que pase por alto la ley es una
fuerza disuasoria para la verdadera conversión.
“Fe del evangelio” en cambio,
es sinónimo de Fe salvífica, con la cual se toma posesión de Cristo. La fe salvífica
tiene cuatro componentes: en primer lugar,
fe en la suficiencia de Cristo, por la cual el pecador cree que Cristo es
plenamente capaz de salvar a los hombres de sus pecados; en segundo lugar, fe en la oferta del
evangelio, por lo cual el pecador cree que Cristo es ofrecido a pecadores como él;
y, en tercer lugar, fe en el derecho
a Cristo, por lo cual uno es alentado a ir a Cristo; y en cuarto lugar, fe para salvación, por lo cual uno se apropia de
Cristo como su salvador personal. Estas “fes” diferentes, como las llama Boston,
son simplemente descripciones de la experiencia de salvación de un pecador. Cuanto
más entendemos las operaciones del Espíritu en la conversión, mas somos
animados a discernir estas operaciones en nuestro corazón y, así, abrazar a
Cristo como “un don y concesión”.
Thomas Boston (1676-1732). Fue un eminente teólogo escocés
y prolífico escritor teológico. Ordenado para el ministerio de la iglesia de
Escocia, sirvió en dos congregaciones, primero en la parroquia de Simprin (1699-1707)
y, después, en la parroquia de Ettrick (1707-1732).
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