Las Obras de Providencia VIII

Con esta entrada terminamos el comentario sobre las Obras de Providencia de Archival Hodge a la Confesion de Fe de Westminster ...

SECCIÓN IV

IV. El poder todopoderoso, la sabiduría inescrutable y la bondad infinita de Dios se manifiestan en su providencia de tal manera, que se extiende aun hasta la primera caída y a todos los otros pecados de los ángeles y de los hombres. (Rom. 11: 32, 33. II Sam. 24:1. con I Cron. 21:1 y 10, 13, 14, II Samuel 16: 10. Véase también Act. 4: 27, 28.) y esto no sólo por un mero per­miso, sino limitándolos (Sal. 76: 10. II Rey. 19, 28.) de un modo sabio y pode­roso, y ordenándolos de otras maneras en su dispensación múltiple para sus propios fines santos, (Gen. 1: 20. 10: 6, 7, 12.) pero de tal modo, que lo pecaminoso procede sólo de la criatura, y no de Dios, quien es justísimo y santísimo, por lo mismo, no es, ni puede ser el autor o aprobador del pecado.
(I Juan 2:16. Sal. 1: 21. Sant. 1: 13, 14, 17.)

Esta sección no pretende explicar la naturaleza de aquellas accio­nes providenciales de Dios, que tienen relación con el origen del pe­cado en el universo moral, y con la dirección de los actos pecamino­sos de las criaturas. Sienta simplemente hechos importantes con res­pecto a la relación de la providencia de Dios con los pecados de sus criaturas, cuyos hechos los encontramos revelados en la Escritura. Es­tos hechos son: —lº—Dios no solamente permite los actos pecaminosos, sino los dirige y gobierna según la determinación de su propio pro­pósito.—2º—Lo pecaminoso de tales acciones depende sólo del agente pecador, y Dios, en ningún caso es el autor del pecado, ni lo aprueba jamás.

(1)—Lo mismo las acciones pecaminosas que cualesquiera otras, se declara en la Escritura que ocurren por el permiso de Dios, y conforme a su propósito, de tal manera que lo que los hombres mal­vados hacen, se dice que Dios lo ordena. Gen. 45:4-5; Exo 7:13; 14: 17; Act. 2:23; 3:18, 4:27-28. Él restringe y gobierna a los hombres en sus pecados. Sal. 76:10; 2 Rey. 19:28; Isa. 10:15; y gobierna tales pecados para dirigirlos hacia el bien. Act. 3:13. Gen. 50:20.

(2)—La providencia de Dios, lejos de dar su aprobación o de causar el pecado, se ocupa constantemente en prohibirlo por medio de leyes positivas, o bien desalentando al pecador en la comisión del mal, o ya por amenazas o castigos temporales; restringiéndole y go­bernándole para darle dirección, aun contra su mala naturaleza, ha­cia el bien.


SECCIÓN V, VI y VII

V. El todo sabio, justo y benigno Dios, a menudo deja por algún tiempo a sus hijos en las tentaciones multiformes y en la corrupción de sus propios corazones, a fin de corregirles de sus pecados anteriores o para descubrirles la fuerza oculta de la corrupción, para humillarlos, (II Crón. 23: 25. 26, 31.) v para infundir en ellos el sentimiento de una dependencia más íntima y constante de Él como su apoyo, y para hacerles más vigilantes contra todas las ocasiones futuras del pecado, y para otros muchos fines santos y justos. (II Cor. 12: 7, 8, 9. Sal. 73; 77: 1, 2, al 8-10, 12; Mar. 14: 66 al fin. Juan 21:
15. 17).

VI. En cuanto a aquellos hombres malvados e impíos a quienes Dios como juez justo ha cegado y endurecido a causa de sus pecados anteriores, (Rom. 1: 24, 26, 28, y 11: 7, 8), no sólo les retira su gracia por la cual pedían haber alumbrado sus entendimientos y recibido en su corazón su influjo salvador, (Deut. 29: 4.) sino también algunas veces les retira los dones que ya tenían, (Mat. 13: 12. Véase Mat. 25: 29) y los deja expuesto? a objetos que son causa de pecado debido a la corrupción humana, (II Rey. 8: 12. 13) y a la vez les entrega a sus propias concupiscencias, a las tentaciones del mundo y al no­er de Satanás, (Sal. 81: 11, 12. Tes. 2: 10, 12.) de donde sucede que se endurecen bajo los mismos medios que Dios emplea para enternecer a los demás. (Exo. 8: 15, 32. II Cor. 2: 15, 16. Isa, 8: 14. Véase también Exo. 7: 3: I Ped.
2: 7, 8; Isa. 6: 9, 10. con Act. 28: 26, 27.)

VII. Así como la providencia de Dios alcanza, en general a todas las cria­turas, así también de un modo especial cuida a su Iglesia y dipone todas las cosas para el bien de ella. (Amós 9:8, 9. Rom. 8: 28.)

Ya hemos visto que el gobierno providencial de Dios y la ejecu­ción en el tiempo de su propósito eterno e inmutable, forman un sistema uniforme que abarca a todas las criaturas y a todas las accio­nes de éstas. En conformidad con esto estas secciones enseñan:

1o.—Que la providencia general de Dios abarca a todas !as criatu­ras y se ejerce de acuerdo con la naturaleza de ellas y aunque es un gran sistema, comprende varios sistemas subordinados que se relacio­nan íntimamente como partes de un todo, siendo al mismo tiempo dis­tintos en sus métodos respectivos de administración y en los fines in­mediatos a los cuales se dirigen. Los principales son:—(1)—la pro­videncia de Dios sobre el universo materia;—(2)—el gobierno moral de Dios sobre el universo inteligente;—(3)—el gobierno moral de Dios sobre la familia humana en general aquí en el mundo; —(4)—la dispensación benévola y especial de la providencia de Dios sobre su Iglesia.

Estas secciones también enseñan que existe una cadena de su­bordinación entre los sistemas de providencia como medios v fines en el inmenso sistema que los comprende a todos. Así, el gobierno pro­videncial del universo físico está subordinado como un medio para realizar el fin del gobierno moral que Dios ejerce sobre sus criaturas inteligentes, para residencia de las cuales, y para la instrucción y des­envolvimiento de ellas el universo fue creado. Así mismo, el gobierno providencial sobre la humanidad en general, está subordinado como lo es un medio a su fin; a su providencia benévola con su Iglesia, que él la escoge de todo pueblo o nación, y hace que todas las co­sas obren para el bien de aquellos que ha llamado conforme a su pro­pósito, Rom. 8:28, y para el desenvolvimiento y gloria mayor del cuerpo de su Iglesia. La historia de la redención reúne a todas las dispensaciones; la Patriarcal, Abrahámica, Mosaica y Cristiana, y es la llave de la filosofía de la historia humana en general. La raza es preservada, los continentes e islas se pueblan con habitantes, las na­ciones se elevan a imperios, la filosofía, las artes, la civilización y la libertad avanzan, para que la Iglesia, la esposa del Cordero, se adorne y perfeccione para que salga a recibir a su Esposo.

El gobierno moral de Dios sobre todos los hombres, y espe­cialmente sobre su Iglesia, incluye también una actividad providen­cial que ordena las circunstancias externas de los individuos, y una providencia espiritual e interna que consiste en las influencias de su Espíritu sobre los corazones de aquellos. Como "gracia común" esta influencia espiritual se extiende a los hombres en diversos erados de poder y a todos sin excepción alguna, restringe la corrupción de su naturaleza, impresionando su mente y conciencia con las verdades que se ven a la luz de la naturaleza o en la de la revelación, y es ejercida o retirada judicialmente según la voluntad soberana de Dios. Como "gracia eficaz" y "salvadora", esta influencia espiritual se extiende sólo a los elegidos, en el tiempo y en el grado que Dios determinó desde el principio.

4a Algunas veces como disciplina y por bien de los elegidos, para mortificar sus pecados y para fortalecer sus virtudes, no para siem­pre sino por un tiempo y hasta cierto grado, Dios sabia y benévo­lamente retira de sus hijos las influencias espirituales y los deja en sus numerosas tentaciones y a la corrupción de su propio corazón.

5a Otras veces, a los malvados, como justo castigo de sus peca­dos, Dios retira judicialmente de ellos las influencias restrictivas de su espíritu y en seguida todos los dones externos que la presencia de éste les había conferido, abandonándolos a la influencia de las tenta­ciones, a la dirección ingobernable de sus lujurias y al poder de Sa­tanás. De esta manera se explica cómo las verdades del Evangelio y las ordenanzas de la iglesia que son olor de vida para los benditos de la gracia, es olor de muerte y aumento de condenación para aque­llos que a causa de su dureza, son abandonados en sus pecados.

bY LeMS

Ver parte 9

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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