Las Obras de Providencia VII

la Continuacion del Comentario sobre las Obras de la Providencia del Teologo Archibal A. Hodge...
SECCIONES II y III

II. Aunque con respecto a la presciencia y decreto de Dios, causa prime­ra, todas las cosas sucederán inmutable e infaliblemente, (Act. 2:23), sin embargo, por la misma providencia las ha ordenado de tal manera, que suce­derán conforme a la naturaleza de las causas secundarias, sean necesaria, libre o contingentemente. (Gen. 8:22. Jer. 31:35. Exo. 21:13. I Rey. 22:34. Isa. 10:6, 7).

III. Dios en su providencia ordinaria hace uso de medios; (Act 27:24,
31. Isa. 55:10, 11), a pesar de esto, Él es libre para obrar sin ellos. (Oseas 1:7) sobre ellos (Rom. 4:19, 20, 21), y contra ellos, según le plazca. (II Rey. 6:6, Dan. 3:27).
Estas secciones enseñan:

Que a semejanza del propósito eterno y soberano de Dios, su gobierno providencial también debe ser en cada caso eficaz con to­da certeza.


Que la manera corno gobierna a sus criaturas y las acciones de éstas, y el modo de cumplir su propósito por medio de ellas, están perfectamente de acuerdo tanto con la naturaleza como con el modo de obrar de éstas.

Que ordinariamente Dios cumple sus propósitos valiéndose de medios, es decir, de la agencia de causas secundarias sujetas a su voluntad.

Que posee poder y lo ejerce según su beneplácito, y entonces realiza su propósito inmediatamente por la energía directa de su poder.

Que el gobierno providencial que Dios ejerce sobre todas las criaturas y sobre las acciones de éstas, será siempre eficaz con to­da certeza, se deduce claramente—(1)—De su infinita sabiduría y poder.— (2)—Del hecho antes comprobado, que su propósito determina todo lo que tiene que suceder eficaz e inmutablemente.— (3)—El he­cho se declara terminantemente en la Escritura. Job. 23:13; Sal. 33:

II.

Que la manera como Dios gobierna a sus criaturas y las ac­ciones de éstas, y realiza su propósito por medio de ellas, es en todo caso de acuerdo con la naturaleza de las criaturas y con el modo de obrar de éstas, podemos probarlo—(1)—por el hecho de que Dios en las obras de creación y de providencia ejecuta el mismo propósito eterno y concordante. Para llevar a cabo su plan inmutable, Dios creó las cosas, las dotó de propiedades, determinó su modo de obrar y sus relaciones mutuas, y hasta hoy, él continúa conservando en ellas las mismas propiedades y las guía en el ejercicio de éstas. Así como Dios es siempre consecuente con su propio plan, de la misma manera su modo de obrar sobre las criaturas cuya existencia y constitución de­terminó su plan, será siempre consecuente con la naturaleza y modo de obrar de éstas ya determinados.— (2)—Porque la misma verdad se comprueba por nuestra experiencia y observación constante.
Tenemos la conciencia de que obramos libremente, conforme a la ley de nuestra constitución como agentes libres. Aun en los escritos de los profetas y de los apóstoles, quienes escribieron bajo la dirección de una in­fluencia divina y especial que les ayudaba en la elección de las pala­bras precisas e infalibles, aun allí podemos notar claramente que el ejercicio espontáneo de las facultades de los escritores no fue coartado ni restringido. Aun en las bestias y en la materia observamos que constantemente obran en todas sus condiciones diversas, conforme a la ley de su naturaleza.

(3) Porque en conformidad con esta verdad, vemos por donde quiera en el mundo material, en la vida individual de los hombres y en toda la historia humana, evidencias claras del ajuste y combinación de elementos y agentes con el fin de hacer efectivo el plan de Dios. Es semejante, aunque mucho más perfecto, al método por el cual el hombre gobierna los agentes naturales para cumplir sus propósitos. Si las- leyes de la naturaleza y las propiedades de las cosas aunque co­nocidas imperfectamente, se sujetan a la providencia del hombre, evi­dentemente que no debe sernos difícil creer que ellas estén enteramente sujetas a la dirección de Dios, quien no sólo las conoce perfectamente, sino que las hizo en el principio para que sirviesen a su propósito. Cada evento así como sus resultados generales, los determinó la inten­ción y los arreglos perfectos de Dios. Aun el alma en el ejercicio de su libre albedrío, obra conforme a su ley propia, excluyendo la nece­sidad, aunque no la certeza. El origen de la actividad del alma, está en su libre albedrío. Si los demás hombres pueden influir sobre el modo de ser del individuo sin coartar su libre albedrío, seguramente que éste puede ser también dirigido por la inteligencia infinita que al crear el alma, determinó todas las condiciones bajo las cuales su ca­rácter se formaría y ejercería sus actividades.

III.

Que Dios cumple ordinariamente su propósito valiéndose de me­dios—esto es, usando de la agencia de causas secundarias—es cla­ro;— (1)—Por el hecho de que en el principio Él les dio el ser y las propiedades, y ajustó sus relaciones para la ejecución de su pro­pósito. En la creación y en la providencia se busca el mismo fin. Los instrumentos con que fue dotada la creación, así como los métodos inaugurados en ella, serán armoniosamente proseguidos en el plan pos­terior de la providencia.— (2)—Porque la experiencia y observación universales nos enseñan el mismo hecho. En la providencia ordinaria, en la administración y gobierno sobrenatural de la gracia, en --a esfera de la naturaleza moral así como en el gobierno moral de los agentes que poseen inteligencia y asumen responsabilidad, en el gobierno del mundo ya terminado según lo vemos ahora en la historia de la tierra y de los mundos en el pasado, Dios cumple umversalmente cu propó­sito por la agencia de causas secundarias, a las cuales ajusta, com­bina, sostiene y les da la eficiencia por su Espíritu omnipresente, y todo esto para cumplir el fin que se había propuesto.

(3) Porque un sistema que envuelva un orden natural y estable­cido y en el que se proceda por la sabia adaptación de medios y fines, es necesario para la comunicación entre el Creador y sus crea­turas inteligentes y para la educación intelectual y moral de estas últimas. Sólo así podrán manifestarse los atributos divinos, cales como la sabiduría, la justicia y la bondad; sólo así podrá el ángel o el hombre conocer el carácter de Dios, anticipar el conocimiento de su voluntad, e inteligente y voluntariamente cooperar con Dios en el cumplimiento de su plan.

Que Dios tiene poder para efectuar fines directamente, sin la intervención de causas secundarias, y que de hecho lo ejercita según su buena voluntad soberana, es una verdad de clara y satisfactoria evidencia.

(1)
Dios creó todas las causas secundarias, las dotó de cualidades y continúa sosteniéndolas en su existencia para que puedan ser los ins­trumentos de su voluntad; toda la eficiencia la derivan de el, y Dios puede hacer directamente lo que hace por medio de ellas, pudiendo limitarlas, modificarlas o suspenderlas, según le plazca.

(2) El poder de Dios, sin embargo, obra por todos los procedi­mientos ordinarios de la naturaleza, y su voluntad la hallamos expre­sada en lo que llamamos ley natural. Pero de esto no se sigue que con tales procedimientos se extinga su poder, ni que dichas leyes expresen toda su voluntad. Dios es siempre infinitamente más grande que sus obras, y en la ejecución de su propósito eterno e inmutable, usando del sistema de causas secundarias como instrumentos constantes según su género; pero sobre todo, él manifiesta sus poderes y prerrogativas trascendentales por el ejercicio de sus energías y por nuevas expre­siones de su voluntad.

(3) El ejercicio directo del poder de Dios en conexión con un sistema general de medios y leyes, fue necesario no sólo "en el prin­cipio" creando las causas secundarias y estableciendo su agencia, sino también después al hacer a los sujetos de su gobierno moral la reve­lación de su libre personalidad, y del interés inmediato que tiene en los negocios de ellos. Tal acción directa y ocasional, y tales revela­ciones son necesarias para la educación de seres como el hombre en su estado actual. Se objeta que los milagros, o sean los actos directos del poder divino, oponiéndose a la acción de las causas secundarias, es incompatible con las perfecciones infinitas de Dios; y al mismo tiempo se dice que cada milagro revela vacilación en el propósito, o algo de insuficiencia en el medio para cumplir los fines que se intentó al hacerlo.

Debe recordarse sin embargo, que el plan inmutable y eterno de Dios comprendió desde el principio tanto los milagros como el curso ordinario de las cosas. Un milagro, siendo hecho por el po­der divino, no es en sí mismo más que un medio para alcanzar un fin, y por lo tanto, parte del mismo plan. Todas las leyes naturales tienen su origen en la razón divina, y son la expresión de la voluntad de cumplir su propósito. En el sentido más extenso y elevado de la palabra, los milagros se verifican conforme a la ley, pues que su­ceden como parte del plan divino y son fines adecuados que sirven como medios de comunicación con los espíritus finitos, y para la edu­cación de éstos.
En sentido propio no son una violación del orden na­tural, sino la interpolación de un poder para nosotros nuevo ahora pero que es la energía directa de la voluntad divina precalculada desde la eternidad. El orden de la naturaleza sólo es un instrumento de la voluntad divina, subordinado al más alto gobierno moral de los intereses en cuyo favor se verifican los milagros. De esta manera los milagros lejos de oponerse al orden natural, son elemento de un sis­tema comprensivo con el cual están relacionados íntimamente. 
bY LeMDS

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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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