Las Obras de Providencia IX

J. Oliver Buswell, Jr. Y su comentario sobre las Obras de Providencia en su obra de Teología Sistemática..

II. LA PROVIDENCIACatecismo menor:
P. 11.¿Cuáles son las obras de providencia de Dios?

R. Las obras de providencia de Dios son aquellas con que santa, sabia, y poderosamente preserva y gobierna a todas sus criaturas y todas las acciones de estas.
A. Enseñanza bíblica en general

Dios no sólo es el creador de todas las cosas sino que continua­mente sostiene y gobierna toda su creación. Se habla de Cristo como el que --sustenta todas las cosas con la palabra de su poder-- (Heb 1.3). --Todas las cosas en él subsisten--, o en quien todas las cosas tienen su integración ordenada (Col 1.17). Nehemías declara en fra­ses magníficas la preservación y gobierno de todas las cosas por Dios: --Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejérci­tos de los cielos te adoran. Tú eres, oh Jehová, el Dios que escogiste a Abraham, y lo sacaste de Ur de los Caldeos, y le pusiste el nombre de Abraham-- (Neh 9.6,7).

Job dedica el mismo loor a Dios. --Y en efecto, pregunta ahora a las bestias, y ellas te enseñarán; a las aves de los cielos, y ellas te lo mostrarán; o habla a la tierra, y ella te enseñará; los peces del mar te lo declararán también. ¿Qué cosa de todas estas no entiende que la mano de Jehová la hizo? En su mano está el alma de todo viviente, y el hálito de todo el género humano-- (Job 12.7-10).

La misma doctrina es el tema de todo el Salmo 104. --Todos ellos esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo. Les das, reco­gen; abres tu mano, se sacian de bien. Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo. Envías tu Espíri­tu, son creados, y renuevas la faz de la tierra. Sea la gloria de Jehová para siempre; alégrese Jehová en sus obras. Él mira a la tierra, y ella tiembla; toca los montes, y humean-- (Sal 104.27-32).

Al estudiar las obras de la providencia de Dios debemos evitar los extremos del deísmo, por una parte, que hace a Dios el creador del universo pero lo deja como un mero espectador de los procesos natura­les en los cuales él nunca se mete, y el panteísmo, por otra parte, en el cual Dios se identifica con la totalidad de las fuerzas cósmicas. Este error es muy común en medio del siglo XX y es probable que se encon­trará en los escritos de los emergentistas y personalistas.

En su gran capítulo sobre la providencia Charles Hodge hábil­mente presenta el hecho de lo que él llama --concursus-- (concordan­cia) 7 de la causalidad divina con la causalidad de las cosas creadas. Hodge arguye que --debemos descansar satisfechos con la declara­ción sencilla de que preservación es aquella energía omnipotente de Dios por la cual sostiene en existencia todas las cosas creadas, ani­madas o inanimadas, con todas las propiedades y poderes con las cuales las ha dotado--.

Ciertamente Charles Hodge tiene razón al decir: --El mundo ex­terno, las criaturas racionales e irracionales, cosas grandes y peque­ñas, ordinarias y extraordinarias, están igualmente y siempre bajo el control de Dios--. 9 Pero cuando añade en la siguiente frase, --la doc­trina de la providencia excluye del universo tanto la necesidad como la suerte, sustituyendo por ellas el control inteligente y universal de un Dios infinito y omnipresente--, creo que, sin querer, se equivoca. Dentro de la providencia de Dios hay operaciones de necesidad lógi­ca por medio de implicaciones lógicas, y hay operaciones de necesi­dad mecánica por causalidad física. Estos hechos no son contradicto­rios a la providencia de Dios extendiéndose a cada detalle. Lo que es necesario lógica o mecánicamente lo es dentro de los decretos de Dios y la providencia de Dios.

Al decir que la suerte se excluye por la doctrina de la providen­cia, Hodge no hace distinción entre la suerte mecánica o matemática por una parte y la suerte ateísta por otra parte. Dios ha decretado y elegido crear este universo en el cual las leyes de la suerte matemáti­ca se aproximan muy de cerca a las leyes de la suerte mecánica. Esto lo tenemos que presumir en nuestra teoría matemática de la probabi­lidad y nuestro uso de la estadística en tablas actuariales. Sin embar­go, es claro que lo que Hodge quiere decir es que todo el universo está completamente bajo el gobierno de Dios, y que él permite operar en el universo lo que, estadísticamente, llamamos --suerte--, no es en lo más mínimo contrario a su omnisciencia, omnipotencia, y gobierno providencial en el cumplimiento de sus decretos eternos.

La providencia general de Dios en sostener los procesos de la natu­raleza y cuidar de sus criaturas no humanas se usa como un argumento para la fe en la providencia especial de Dios hacia sus hijos. --Conside­rad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves?-- (Lc 12.24). --Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni sie­gan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ... Si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?-- (Mt 6.26,30).

La providencia de Dios se incluye en su gracia común y está im­parcialmente al alcance de todos los hombres. --Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos-- (Mt 5.45). --Si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nues­tros corazones-- (Hch 14.17). --Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos-- (Hch 17.26-28a).

La providencia de Dios incluye todo el poder para cumplir su vo­luntad entre las naciones de la tierra, sea por milagro o por causas natu­rales. --Oh Asiria, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira. Le mandaré contra una nación pérfida, y sobre el pueblo de mi ira le enviaré, para que quite despojos, y arrebate presa, y lo ponga para ser hollado como lodo de las calles. Aunque él no lo pensará así, ni su corazón lo imaginará de esta manera, sino que su pensamiento será desarraigar y cortar naciones no pocas.... ¿Se gloriará el hacha contra el que con ella corta? ¿Se ensoberbecerá la sierra contra el que la mueve? ¡Como si el báculo levantase al [o, contra aquel] que lo levanta; como si levantase la vara al que no es [o, como si no fuera] leño!-- (Is 10.5-7,15).--Él domina con su poder para siempre; sus ojos atalayan las naciones;¡no se enaltezcan los rebeldes!-- (Sal 66.7. V.M.) --Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos-- (Dn 2.21).

Nabucodonosor tuvo que aprender que --el Altísimo tiene domi­nio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere-- (Dn 4.25), y por fin reconoció --al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino es por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y diga: ¿Qué haces?-- (Dn 4.34,35).

El Señor dijo a Ciro: --Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste-- (Is 45.5). A Senaquerib Dios dijo: --Por cuanto te has airado contra mí, por cuanto tu arrogancia ha subido a mis oídos, yo pondré mi garfio en tu nariz, y mi freno en tus labios, y te haré volver por el camino por donde viniste-- (2 R 19.28). --Porque ni de oriente ni de occidente, ni del desierto viene el enaltecimiento. Mas Dios es el juez; a este humilla, y a aquel enaltece-- (Sal 75.6,7). --En tu mano están mis tiempos; líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores-- (Sal 31.15).
B. Reacciones psicológicas

La providencia de Dios incluye las reacciones de la mente huma­na. --Ciertamente la ira del hombre te alabará; tú reprimirás el resto de las iras-- (Sal 76.10). --Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la avaricia-- (Sal 119.36). --Encomienda a Jehová tus obras y tus pensamientos serán afirmados.... El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos-- (Prv 16.3,9). --Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina-- (Prv 21.1). --Porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso, ponerse de acuer­do, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios-- (Ap 17.17). --Y cuando él venga, convencerá al mundo de pe­cado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado-- (Jn 16.8-11).

C. La experiencia cristiana
La providencia de Dios a través de causas secundarias y de aconteci­mientos naturales es de tal naturaleza que sus siervos pueden dar testimo­nio de --hasta aquí nos ayudó Jehová--. --Entonces dijeron los hijos de Israel a Samuel: No ceses de clamar por nosotros a Jehová nuestro Dios, para que nos guarde de la mano de los filisteos. Y Samuel tomó un cordero de leche y lo sacrificó entero en holocausto a Jehová; y clamó Samuel a Jehová por Israel, y Jehová le oyó. Y aconteció que mientras Samuel sacri­ficaba el holocausto, los filisteos llegaron a pelear con los hijos de Israel. Mas Jehová tronó aquel día con gran estruendo sobre los filisteos, y los atemorizó, y fueron vencidos delante de Israel. Y saliendo los hijos de Israel de Mizpa, siguieron a los filisteos, hiriéndolos hasta abajo de Betcar. Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová-- (1 S 7.8-12).

D. Resumen sobre la providencia

La providencia universal de Dios es la suposición básica de toda la Escritura. Las palabras hebreas y griegas ra’ah (Gn 28.8; 1 S 16. 1) y problepo (Heb 11.40) en sus contextos significan mucho más que una mera presciencia o previsión. El significado es --predisposi­ción--. Usado históricamente, el término teológico --providencia-- sig­nifica nada menos que --el gobierno soberano y universal de Dios--. La providencia divina es el cumplimiento de los decretos divinos, los cuales son el --propósito del que hace todas las cosas según el desig­nio de su voluntad-- (Ef 1.11).

Dice la Confesión de fe de Westminster: --Aunque con respecto a la presciencia y decreto de Dios, causa primera, todas las cosas suce­derán inmutable e infaliblemente, sin embargo, por la misma provi­dencia las he ordenado de tal manera, que sucederán conforme a la naturaleza de las causas secundarias, sean necesaria, libre, o contingentemente--.

--...[La providencia de Dios incluye la permisión de] todos ... los pecados de los ángeles y de los hombres, y esto no sólo por una mera permisión, sino limitándolos de un modo sabio y poderoso, y orde­nándolos de otras maneras en su dispensación múltiple para sus pro­pios fines santos, pero de tal modo, que lo pecaminoso proceda sólo de la criatura, y no de Dios, quien es justísimo y santísimo; por lo mismo, no es, ni puede ser el autor o aprobador del pecado--.

No debiera parecer raro ni paradójico que la providencia de Dios incluya su decreto de permitir el pecado. Una de las cosas buenas en la llamada educación progresiva es el aprender por la experiencia, y esto se basa en la suposición de que lo que no debe ser no es lo mismo que lo que no debe ser permitido.

Es costumbre distinguir la providencia especial de la providencia general. Aquella se refiere al cuidado particular de Dios sobre la vida y actividad del creyente. --Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien-- (Ro 8.28). --Por Jehová son ordenados los pasos del hombre piadoso-- (Sal 37.23, V.M., ver Flp 1.28). --Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas [necesi­dades diarias] serán añadidas-- (Mt 6.33). Todo el libro de Job se dedica a los sufrimientos temporales de un hombre piadoso bajo la providencia divina. Hebreos 11.40 enseña que la providencia, para hombres de fe, incluye algo mucho mejor que las experiencias de esta vida.

Aunque la gracia de Dios se ofrece siempre a todos los hombres (Hch 10.34,35), el cauce principal de la revelación histórica y de bendición para el mundo, por la mediación de Israel y la Iglesia, es un tema principal de las Escrituras (ver Ro 3.1,2; 9.3-6; 11.1; 1 Tim 3.15). Para este fin, a veces Dios actúa en eventos y procesos no reconocidos (Is 40.1-5; 44.28; 45.4).

No sólo el curso general de la naturaleza está sostenido por la providencia de Dios, sino también el orden moral y sus consecuencias lógicas. --Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna-- (Gl 6.7,8). La divina providencia soste­niendo el orden moral es el tema principal del libro de Proverbios.

La distinción entre la acción natural o inmanente de Dios y su acción trascendente o sobrenatural, es de suma importancia en el en­tendimiento de la doctrina de la providencia. El caso para el cristia­nismo depende completamente de los milagros de la encarnación y la resurrección de Cristo. No obstante, como nuestra discusión de mila­gros mostrará más adelante, siempre ha habido gran fe en un mundo en que existen largos períodos de tiempo, aun en la historia bíblica, en los cuales Dios eligió no dar señales o milagros como evidencias. Es imperativo que aprendamos a ver la gloria de Dios en las obras normales de la providencia tanto como en lo milagroso.

Los científicos cristianos se quejan a veces de que los fundamentalistas tienden a invocar lo sobrenatural cuando hay lapsos en el conocimiento científico, y hay cristianos que se ven confundidos cuando los científicos salvan esos lapsos con pruebas y datos. Un mero --Dios de los Lapsos-- puede ser tan dañino como el panteísmo mecáni­co. Lo verdaderamente milagroso en el cristianismo no es oscurecido, sino más bien magnificado, por el reconocimiento de la fidelidad provi­dencial de Dios en los procesos regulares de la naturaleza.

bY LeMS


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“Cualquier hombre que piensa que es cristiano y que ha aceptado a Cristo para la justificación sin haberlo aceptado al mismo tiempo para la santificación, se halla miserablemente engañado en la experiencia misma”

Archibal A. Hodge

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